En esos momentos en los que me sentía desanimado al volver de la escuela, mi madrastra siempre me abrazaba cariñosamente. Cuando mi madrastra me abrazaba, olvidaba todo lo que no me gustaba, ya fuera discutir con un amigo o con el niño que me gustaba. Pensé que eso era... Claramente era un malentendido, y parecía que los grandes senos de mi madrastra estaban curándome, no era su bondad. Los pechos de mi madre llenaban mi mente. Ah... quiero acariciar... quiero lamer... no puedo enterrar...
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